Nº 17

Niños en el ruedo

Para abrir cada uno de los artículos de este número hemos encargado a unos niños que nos dibujen unos toritos. La mayoría de ellos nunca han visto una corrida en directo. Sin embargo, el inconsciente colectivo de las gentes que pueblan Iberia parecen haberles transmitido la imaginería e imaginación necesaria para que los niños —entre 3 y 11 años— los dibujen atribuyéndoles todas las virtudes que los adultos le hemos atribuido durante milenios.
Son 7 toros cargados de vida y fantasía. El toro de Jorge (5 años) tiene mucho pelo y finalmente dos hermosos ojos con pestañas. El de Andrea (6 años) es un toro despreocupado aunque algo demoníaco del que huyen hasta las flores. Para Adrián (5 años) el toro es una cabeza redonda como el ruedo y cuernos que se caen para no hacer daño; no faltan unos ojos hipnóticos. Rosario (11 años) cree en la belleza del toro y nos lo presenta en el campo, hermoso y ausente, aunque una nube oscura se cierne sobre su presencia. El toro de Juan (3 años) es un toro con cuernos pequeños porque los toros son así y lo de en medio es el corazón; su cara es bondadosa y acompañan al toro las grandes letras del nombre del autor, con ues invertidas que parecen montañas en las que el toro se enmarca. El toro de Raquel (9 años) está cercano al uro, a Altamira; no en vano está rodeado de montañas nevadas, señal de que aún andan allí los Neanderthales.
Christian (6 años) asimila en los cuernos de su toro los dos animales ibéricos por excelencia: la cabra y el toro. Finalmente, Gustavo (6 años) nos enseña un toro demoníaco, alargado y con una cabeza redonda que esconde en su interior la imagen del laberinto cretense.

A todos los esperamos en el ruedo.